miércoles, 19 de octubre de 2011

CUENTO EL ANILLO DEL REY

EL ANILLO DEL REY
-----------------

Hubo una vez un rey que dijo a los sabios de la corte:

- Me estoy fabricando un precioso anillo. He conseguido uno de los mejores diamantes posibles. Quiero guardar oculto dentro del anillo algún mensaje que pueda ayudarme en momentos de desesperación total, y que ayude a mis herederos, y a los herederos de mis herederos, para siempre. Tiene que ser un mensaje pequeño, de manera que quepa debajo del diamante del anillo.

Todos quienes escucharon eran sabios y grandes eruditos. Podrían haber escrito grandes tratados, pero darle un mensaje de no más de dos o tres palabras que le pudieran ayudar en momentos de desesperación total...
Pensaron, buscaron en sus libros, pero no podían encontrar nada.

El rey tenía un anciano sirviente que también había sido sirviente de su padre. La madre del rey murió pronto y este sirviente cuidó de él, por tanto, lo trataba como si fuera de la familia. El rey sentía un inmenso respeto por el anciano, de modo que también lo consultó.

Y éste le dijo:

- No soy un sabio, ni un erudito, ni un académico, pero conozco el mensaje.

Durante mi larga vida en palacio, me he encontrado con todo tipo de gente, y en una ocasión me encontré con un Sacerdote. Era invitado de tu padre y yo estuve a su servicio. Cuando se iba, como gesto de agradecimiento, me dio este mensaje, el anciano lo escribió en un diminuto papel, lo dobló y se lo dio al rey, diciendo:

"Pero no lo leas le dijo, mantenlo escondido en el anillo. Ábrelo sólo cuando todo lo demás haya fracasado, cuando no encuentres salida a la situación."

Ese momento no tardó en llegar. El país fue invadido y el rey perdió el reino. Estaba huyendo en su caballo para salvar la vida y sus enemigos lo perseguían. Estaba solo y los perseguidores eran numerosos. Llegó a un lugar donde el camino se acababa, no había salida. E nfrente había un precipicio y un profundo valle; caer por él sería el fin. Y no podía volver porque el enemigo le cerraba el camino. Ya podía escuchar el trotar de los caballos.
No podía seguir hacia adelante y no había ningún otro camino...

De repente, se acordó del anillo. Lo abrió, sacó el papel y allí encontró un pequeño mensaje tremendamente valioso. Simplemente decía... "ESTO TAMBIÉN PASARÁ".

Mientras leía "esto también pasará" sintió que se cernía sobre él un gran silencio. Los enemigos que le perseguían debían haberse perdido en el bosque, o debían haberse equivocado de camino, pero lo cierto es que poco a poco dejó de escuchar el trote de los caballos. El rey se sentía profundamente agradecido al sirviente y al místico desconocido. Aquellas palabras habían resultado milagrosas.

Dobló el papel, volvió a ponerlo en el anillo, reunió a sus ejércitos y reconquistó el reino. El día que entraba de nuevo victorioso en la capital hubo una gran celebración con música, bailes... y él se sentía muy orgulloso de sí mismo.

El anciano estaba a su lado en el carro y le dijo:

- Este momento también es adecuado: vuelve a mirar el mensaje.

- ¿Qué quieres decir? preguntó el rey. Ahora estoy victorioso, la gente celebra mi vuelta, no estoy desesperado, no me encuentro en una situación sin salida.

- Escucha, dijo el anciano: este mensaje no es sólo para situaciones desesperadas; también es para situaciones placenteras. No es sólo para cuando estás derrotado; también es para cuando te sientes victorioso. No es sólo para cuando eres el último; también es para cuando eres el primero.

El rey abrió el anillo y leyó el mensaje:

"ESTO TAMBIÉN PASARÁ", y nuevamente sintió la misma paz, el mismo silencio, en medio de la muchedumbre que celebraba y bailaba, pero el orgullo, el ego, había desaparecido. El rey pudo terminar de comprender el mensaje. Se había iluminado. Entonces el anciano le dijo:

- RECUERDA QUE TODO PASA . Ninguna cosa, ni ninguna emoción son permanentes. Como el día y la noche, hay momentos de alegría y momentos de tristeza. Acéptalos como parte de la dualidad de la naturaleza porque son la naturaleza misma de las cosas. GRÁBATELO BIEN EN TU CABEZA Y EN TU CORAZÓN.

lunes, 17 de octubre de 2011

Elvis vive en Leon


Elvis vive en Leon
Cargado originalmente por LaVisitaComunicacion
Por que me pare en León
Nos acercamos hasta León sin ninguna idea concebida y con el recuerdo lejano que en mis épocas mozas, frecuente la zona del Húmedo por que se hablaba del estupendo ambiente nocturno que León tenia.
Han pasado más de veinte años y con la familia me acerco de nuevo buscando solamente eso…estar con la familia.
Un pequeño juego que hago para poder atraer el interés de mis hijas es imprimir en unos folios alguno de los lugares más emblemáticos o curiosos de las ciudades que visitamos y así conseguir que ellas se queden con algún que otro recuerdo que active su memoria fotográfica.
Con León era fácil…La Catedral, el Palacio Botines, el nuevo Museo Contemporáneo y algún que otro lugar más que poco a poco fuimos descubriendo a base de desgastar suela.
Una ciudad plana, siempre ayuda al paseo y aunque la temperatura era más que agradable por el sol que de continuo nos acompañaba, sus calles nos ofrecían una sombre que nos hacia cómodamente transitar por calles como la Ancha que llena de vida y comercio es testigo no solo de los numerosos turistas que tiene León, sino de los lugareños que con su confianza y sabedores del terreno que pisan van seguros y sin titubeos por unas calles llenas de historia.
Comimos bien y disfrutamos mucho de una ciudad que pese a su dimensionamiento es práctica y manejable. Tiene vida y el hecho que muchos comercios estén abiertos en festivos nos da una idea que no solo el turismo hace uso de estos servicios que a nadie perjudican. Porque nadie obliga a nadie, abrir en festivos y creo que si abrimos en festivo más trabajo, mas movimiento de dinero y menos crisis… ¿no? Quizás sea un análisis rápido, pero me sorprendió que una ciudad más pequeña que Bilbao tuviera tanta vida en festivos… ¡Que envidia!
León a tres horas en coche desde aquí y muchas cosas por descubrir.
www.jabiercalle.com

Sabrosa carne a la piedra

EL LEON PIJO de ZULOAGA
El restaurante Zuloaga de León engaña un poco…es decir tiene una fachada y una entrada bonita, grandiosa y atractiva, pero luego dentro es un gran hangar divido en dos partes que al ser de cristal, enfrían un poco el ambiente. Más si encima contamos con los más de tres metros de altura que tiene el techo.
Una vez dentro y atendido por su responsable propietario, José Suevos, no dio buen ejemplo como líder del negocio ya que su actitud no fue la más correcta al atendernos en un tono, distante, seco y poco sonriente. Quizás la culpa la tuvieran las dos criaturas de menos de seis años que nos acompañaban, porque a los dos minutos, otra mesa de dos parejas consiguió extraer del encargado rapado un amplia sonrisa que rozo el servilismo más inclinado.
Encontrarte con estos contrastes cuando se es empleado, puede “entenderse” pero cuando uno es el “Capitán” del negocio, considero que no. Ojo, es como siempre una opinión personal y por lo tanto muy discutible.
Pero ojo…que la comida y el trato del resto del equipo no decepciono. Quizás un poco lentos en los segundos y postres, pero amables, y profesionales en todo momento.
Optamos por un rape con almejas muy bien presentadas y ricas en sabor, que acompañado de unos Secretos de Cerdo cocinados en la misma mesa con la típica piedra caliente, que da un toque a la mesa, nos supieron a gloria. Carne de calidad hace que un comensal pueda convertirse en cocinero por unos momentos. Muy rica, suculenta y gustosa estaba, dejando un recuerdo de sabor que permaneció durante tiempo y que hizo que nos olvidáramos del sabor del Rape que con su salsa verde nos hizo rebañar el plato, minutos antes.
Considero que tiene que mejorar, pero también uno mismo, el que suscribe tiene que mejorar a la hora de percibir las cosas, sin una mirada tan crítica.
Volvería, aunque no sea un sitio barato.
www.jabiercalle.com

domingo, 16 de octubre de 2011

AMAR LA VIDA PASO A PASO, CUENTO

Un profesor fue invitado a dar una conferencia en una base militar, y en el aeropuerto lo recibió un soldado llamado Ralph.

Mientras se encaminaban a recoger el equipaje, Ralph se separó del visitante en tres ocasiones: primero para ayudar a una anciana con su maleta; luego para cargar a dos pequeños a fin de que pudieran ver a Santa Claus, y después para orientar a una persona. Cada vez regresaba con una sonrisa en el rostro.

“¿Dónde aprendió a comportarse así?”, le preguntó el profesor.

“En la guerra”, - contestó Ralph. entonces le contó su experiencia en Vietnam. Allá su misión había sido limpiar campos minados. Durante ese tiempo había visto cómo varios amigos suyos, uno tras otro, encontraban una muerte prematura.

“Me acostumbré a vivir paso a paso” –explicó. “Nunca sabía si el siguiente iba a ser el último; por eso tenía que sacar el mayor provecho posible del momento que transcurría entre alzar un pie y volver a apoyarlo en el suelo. Me parecía que cada paso era toda una vida”.
www.jabiercalle.com