lunes, 12 de diciembre de 2011

Primera Etapa SANTANDER - MOGRO Camino Santiago


Hacía tiempo que venía rondándome la idea de hacer durante una semana algunas etapas del Camino de Santiago y por fin en estos primeros días de diciembre, programa cinco etapas que me llevarían desde Santander hasta Llames.
Me había marcado una media de veinte o veinticinco kilómetros por día en función de los albergues o sitios donde podía dormir y así dividí los días de la siguiente manera.
El Lunes 5 de diciembre desde Santander hasta Mogro donde había apalabrado con Álvaro el propietario de la Posada el Condado de la Mota en Mogro una noche por 20€.
La segunda etapa, la del martes 6 de diciembre me llevaría desde Mogro hasta Santillana del Mar y pernoctaría en el Albergue de Jesús Otero. La tercera me acercaría hasta Comillas, donde también aprovecharía el Albergue, quien a la postre luego estaría cerrado, me permitiría conocer a Teresa y su Posada o pensión Lumaelte en Comillas. Un autentico palacio en el centro de comillas por 25€
El miércoles saldría de Comillas hasta Serdio, un pequeño pueblo de no más de 200 habitantes pero con Albergue bien preparado, no sería necesario, ya que la familia vino a buscarme y decidí suspender la siguiente etapa que me haría traspasar las fronteras cántabras hasta Llames. Pero bueno, para otra vez será…
Salí de Bilbao en el autobús de las 7:30h y llegue a Santander sobre las nueve a la estación de autobuses. Allí me paso la primera y un poco consciente y otro dejándome llevar, atendí a Jurgen un alemán que con más de media docena de compostelanas selladas en los últimos años y dando fe que había recorrido varias veces el camino, entable conversación con el pícaro “Lazarillo” que enseguida me dijo que no tenía dinero para volver hasta Alemania. Me enseño su tarjeta de crédito rota y con el conocimiento del truco, seguí observando la función del mago, mientras desayunaba. Me pareció bien pagarle con 15€ el dinero suficiente para que pudiera llegar hasta San Sebastián que era donde quería llegar.
Acabada la función, comencé el camino que mal señalizado y confuso, me llevo hasta la Catedral, para luego pasar por el Ayuntamiento, la calle Burgos, ascender una leve cuesta, bajar hasta el Hospital de Validecilla y al fondo ver como una nave galáctica que resulto ser la fábrica de cocinas Teka de Santander.
Ya casi fuera del casco urbano y viendo Peñacastillo, la lluvia comenzó a arreciar un poco mas y sujetando firmemente el paraguas me parapetaba de esta tonta lluvia que de momento no me desagradaba. Arriba en lo alto la Peña, estaba mirándome la Iglesia de San Lorenzo.
Apenas puedo hacer fotos con esta lluvia y la flecha me desvía a la derecha para pisar hierba y barro. Paso junto a las vías de un tren que no pasa y me asusto con los ladridos de unos perros a falta de cariños. Remueven sus rabos con ritmo y ganas baboseando unas caricias que no puedo dar en este momento. A lo lejos, pero no mucho, supongo que será Santa Cruz de BEeana que muestra un contrate de buen y mal gusto en la ornamentación de sus casas unifamiliares. No sé si me asusto mas esas aguilas custodiando las puertas o los ladridos de otros perros que tienen más miedo que yo. Apenas llevare unos diez kilómetros pero empiezo a notas molestias en el pie izquierdo, pero mi tozudez me impiden parar y sigo camino hasta Mompia.
No he dejado de ver ni un momento casas de todos los estilos y tamaños, todas unifamiliares que con sus ostentaciones y pertenecías se muestran orgullosas al caminante neófito como yo. ¿Quien vivirá aquí? Me pregunto, sin pararme mucho tiempo a encontrar respuesta. El pie izquierdo se queja, pero todavía me queda trecho hasta Mogro y la lluvia es la única que no me abandona, ahora que dejo atrás a Boo de Piélagos. Me llama la atención este nombre y atravieso las vías de un tren que pasa sin gente. Adiós Boo de Piélagos, y por momentos adiós a la lluvia que todavía no ha conseguido empaparme. Voy bien equipado y este paraguas oriental, me está haciendo un buen servicio.
Pregunto a un lugareño, la ruta y me desaconseja el camino…- Malas fechas has elegido peregrino. Ahora nadie pasa por aquí. Con una sonrisa le agradezco sus ánimos y aminoro mi paso, para metros más tarde, concentrarme en la zancada y espantar la precipitación de agua. No lo consigo y para medir mis fuerzas el aguacero se enfada conmigo, entiendo la lección y aminoro el paso, el me contesta en el mismo tono y suaviza su caída húmeda vertical.
Arce y Oruña, me acercan sin ver a Mogro que me recibe cuesta arriba, donde pernoctar mis cansancios y sueños. Entro en la Posada del Condado de la Mota y si bien al principio no había nadie, al rato Álvaro un pasiego de orígenes castellanos, me da la bienvenido y me pregunta por el camino. Me da a elegir habitación y contestándole que la que menos trastorno les suponga, me da lo 203, que casualidad…ya te contare….
Deposito mis doce kilos de mochila y bajo al comedor, ya que son cerca de las tres para comer algo.
Me ofrece un sopa castellana o sopa de ajo, bien servida y unos filetes de ave con un salsa de queso que por 12€ cumplen su función. Ahora de cabeza a la cama, para descansar y echar una siesta que me ayude asimilar todo los visto. Antes lavo la ropa utilizada y pongo a secar para mañana.
En apenas algo más de una hora despierto, pero el pedazo de ampolla que tengo casi me impide caminar. Consigo llegar a la ducha, para cerrar los ojos y recibir esta vez una lluvia caliente y reponedora que alivia no solo mi cabeza sino también mi pie. Menos mal que en mi botiquín, he cogido unas tiritas especiales para ampollas que con no seque historia regeneradora, permiten que pueda apoyar el pie. Me visto de civil y pregunto a Loli, una de las chicas de la Posada la farmacia. A dos kilómetros en Miengo se encuentra la botica y hasta allí con un inicio de resfriado, gripe o no seque, porque tampoco se la diferencia entre gripe y resfriado… me acerco. Aprovecho y además de tiritas para las ampollas compro unos sobres para este moquillo y dolor de garganta que me está saliendo.
Con el fin de tomar la medicina sugerida pregunto por un bar o cafetería, pero no hay suerte ya que no se por qué razón, no hay ni un solo bar abierto en Miengo.
De vuelta y ya de noche, veo o intuyo las dunas de Liencres y sigo removiendo mis pensamientos que era una de las cosas que tenía ganas de hacer. Sigue lloviendo y he aprendido que no debo correr…despacio camino resguardado con mi oriental. Hace tiempo que no estaba solo conmigo mismo y sin demasiadas filosofías me sorprendo preguntándome y respondiéndome…me hace gracia y me rio. Estoy solo y disfrutando, me gusta.
Llego a la Posada y tras la barra Loli me sirve una infusión calentita acompañada de conversación. No ha nadie en la posada y comenzamos a tejer una conversación llena de confianzas. Me cuenta que es su cierto día de trabajo aquí y que acaba de llegar de Galicia donde deja una hija de 18 años y otra que con 30 le hizo hace tiempo abuela. Pero no pienses, que Loli tiene cuarenta años, y aunque sus ojos delatan vidas vividas, todavía brillan y se emocionan cuando habla de sus cosas. Se ve que es buena gente por muchas adversidades que haya pasado y se la nota que no va de nada que no sea auténticamente ella. Me cayó bien y espero y deseo que la vaya tan bien como se merece.
Regrese a la habitación para leer y ver un poco la tele. Hice tiempo, algunas llamadas y antes de las nueve estaba en el solitario comedor cenando con las sugerencias que Álvaro me había preparado. La conversación con esta gente fluye con mucha naturalidad, y así hablamos de los bollos del Portillo que me había ofrecido. Le sorprendió que conociera el Portillo y es que cuando le hable de Segovia y Samboal donde son mis padres, me hizo ilusión que conociera la zona, ya que en época estival, acude a las brigadas de incendio y le toca junto a Samboal, en Iscar.
Acabo la cena de un revuelto de setas y un bacalao con tomate para despedirme y coger la horizontal. Ni tele ni naaa, a dormir. Que mañana seguro que será más y mejor.
Un beso
jabier@lavisita.com
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