El otro día antes de comenzar la grabación del programa LaVisita de TeleBilbao, había quedado con Concha de la Casa, responsable del Festival Internacional de Títeres de Bilbao, para entrevistar a Idoia Ayestaran del grupo Pantha Rei. Toda nerviosa y una hora antes de la cita prevista, se ponen en comunicación con migo para decirme que me están esperando ya los invitados. Yo que soy ASQUEROSAMENTE puntual, me sorprendí… y al consultar el reloj, me di cuenta que estaba en hora. Quien no había realizado el cambio tres días atrás, era la gran Concha que presa del nerviosismo que supone organizar un evento de tales características no había cambiado el reloj.
Cuando llegue, le conté la anécdota del cambio de hora cuando un Benjamín Franklin vivía en Paris y de manera anónima mando una carta al periódico resaltando lo hábiles que eran los parisinos que para ahorrar velas, se levantaban antes. Eso fue allá por 1907, pero un par de años antes un importante constructor ingles y aficionado al golf, William Willet se dio cuenta que su familia, amigos y vecinos, permanecían dormidos mientras el disfrutaba de sus paseos y juegos de golf. Como era tipo de influencias y hábil, traslado este análisis a su empresa y allá por 1916 los británicos implantaron el sistema del cambio horario.
Tres años más tarde lo copiarían los franceses y españoles y fue en la II Guerra Mundial cuando desapareció para dar de nuevo paso con la crisis del petróleo en 1974 y así hasta ahora donde sigue la polémica sobre la idoneidad de cambiar o no la hora en invierno y verano…mientras, como decía mi abuela Felipa…”Lo que no va en lagrimas, va en suspiros…”
jabier@lavisita.com
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