Volver al Café Bilbao, siempre gusta porque no suelen defraudar y hoy de mañanita el desayuno madrugador del café y croissant lo hemos disfrutado en un Café con mucha historia. Aun recuerdo las batallas que me contaban la pareja de señores mayores que antes de regentar los actuales propietarios estaban detrás de la barra. El ritmo era más pausado y no tan frenético, permitía la tranquila conversación y siempre tenían alguna novedad antaña para hablar de Bilbao. No sé qué habrá sido de ellos, pero al igual que la pareja que regentaba la Peluquería Bilbaína de la Plaza Nueva en Bilbao, eran expertos en historias costumbristas que nos servían de intercambian en nuestras consumiciones.
Como digo, hoy he vuelto y ante el trato atento de sus camareros y el café bien presentado sin excesos de crema, tan recurrentes en aquellos que no saben hacer un buen café, he disfrutado de cada sorbo, de cada bocado del croissant en su punto de mantequilla y me he seguido recreando en las baldosas de sus decoración. Dos cuarenta es el precio del desayuno y sin la proximidad que ejercían los antaño propietarios, pero con la disposición de agradar, hacen que esos diez o quince minutos que compartes en su hábitat, sea agradable.
En las paredes, siguen colgando esas fotos del coleccionable que El Mundo sacara sobre este Bilbao añejo que tantas nostalgias trae. Mikel Segovia fue el autor de recopilar esos textos que venían de fotos comparativas donde seguimos viendo que Bilbao es una ciudad que no para y sus cafés como este, tampoco.
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